Good Bye Rocco
Despedida de duelo
Compañeras y compañeros:
Aquí yace, en contra de su voluntad, el compañero Rocco. Nace en Detroit en agosto de 1952, en la fábrica de la General Motors.
En su más tierna infancia fue testigo de las confrontaciones sindicales y de las reivindicaciones raciales que sacudieron su ciudad de nacimiento, forjando así su inclaudicable espíritu de lucha.
Siendo aún muy joven, junto a 250 hermanos suyos, es obligado a hacinarse en el vapor General Custer (primo del General Motors), arribando a la bahía de La Habana en Enero de 1953.
Aquí en La Habana es adquirido, como vulgar mercancía, en la tienda “El Encanto” por la familia Orozco, llevando a partir de ese momento una vida burguesa de abundancias durante la cual enfrió los más exquisitos manjares y licores.
No es hasta 5 años después, en 1958, cuando Joaquinito, el benjamín de los Orozco, a la sazón estudiante de derecho en la Universidad de La Habana, comienza a esconder entre champanes y langostas, proclamas subversivas del 26 de Julio, lo que provoca una retoma de conciencia del compañero Rocco y su inicio en la lucha revolucionaria, llegando incluso a acoger en sus entrañas a un compañero de Joaquinito perseguido por los Tigres de Masferrer.
Ya en 1960, los Sobrevivientes de la familia Orozco, (incluyendo a Joaquinito) abandonan el País, y la mansión de los Orozco (y por supuesto el mismo compañero Rocco), pasan a ser propiedad del Estado.
Conectado activamente al voltaje de todos los procesos de transformaciones revolucionarias, el compañero Rocco participa en la Campaña de Alfabetización, Crisis de Octubre, Zafra de los 10 Millones (trabajando en esta más de 365 días al año).
En todos estos años el compañero Rocco, lejos de añorar los filetes y caviares que conservó en su juventud, se dedicó, con ahínco encomiable, a enfriar torticas, masareales, croquetas cosmonautas, los refrescos conocidos como “líquido de freno” y agua, mucha agua que calmaron la sed de nuestros estudiantes y milicianos.
Ya a principios de los años 70, con la llegada de sus congéneres soviéticos, el compañero Rocco es confinado a un honroso “plan pijama”, olvidado en un oscuro almacén durante todo un quinquenio gris, hasta que el “inventivo” administrador del almacén lo trueca, en una maniobra “por la izquierda” por un juego de Doce Sillas a una humilde familia proletaria, en el seno de la cual, y con su esfuerzo desinteresado de siempre y con la alegría de sentirse útil nuevamente, el compañero Rocco se apresta a congelar sabrosos “durofríos”, convirtiéndose en el sostén de esa familia y ganándose así el cariño de todos los niños del barrio.
Los 80 son años en los que el compañero Rocco puede vivir del fruto de su trabajo. Con el producto de la venta de estos “durofríos” el compañero Rocco es recompensado con quesitos crema, jamón plástico, pollo a la jardinera, vinos búlgaros y algún que otro cake bombón ( de los que costaban 10 pesos cubanos), llegando incluso a enfriar su pedacito de carne de puerco y su cervecita en los días festivos. Y por supuesto, los huevos de siempre.
A principios de los años 90, y como consecuencia del “Período Especial”, el compañero Rocco es sometido al zozobrante sistema de apagones que lo llevaron al borde del ataque de nervios. Tan prolongados llegaron a ser estos apagones que cuando se restablecía brevemente el fluido eléctrico, el compañero Rocco llegó a pensar que le estaban aplicando “electro shock”.
Fue en aquellos difíciles momentos que la humilde morada de la familia que acogió al compañero Rocco como a un pariente más, es escogida por el ICAIC como locación principal de la película “Fresa y Chocolate” en la cual el compañero Rocco, no obstante su deteriorada salud física y mental, asume el rol protagónico que le valió la unánime aclamación de público y crítica como (con mucho) el mejor actor de la película.
Lejos de envanecerse con tan ecuménico triunfo, el compañero Rocco acomete con renovados bríos las perspectivas que le deparan su nuevo horizonte de sucesos: Jefe de Frigoríficos del Paladar “La Guarida”, porque en paladar deviene su vivienda no bien terminado el rodaje del susodicho filme.
Ahora vuelve el compañero Rocco a enfriar los manjares y licores olvidados de su juventud.
En este paladar, la carismática presencia del compañero Rocco es punto de atención de todos los clientes, llegando incluso a departir con La Reina de España, para la cual sacara de sus gélidas entrañas un rotundo y criollo boniatillo que arrancó los más encomiásticos comentarios de Su Majestad.
Así transcurría la plácida vejez del compañero Rocco, esperando que llegara, como en un sueño la muerte natural con esa paz de espíritu propia de quien ha cumplido a cabalidad y conciencia toda tarea que le haya sido encomendada.
Pero no, la muerte del compañero Rocco sobreviene de forma trágica y fulminante cuando es públicamente declarado “Devorador Energético”.
Sus relays y reguladores de voltaje no soportaron la vergüenza y el compañero Rocco estalla en un flamígero y fatal cortocircuito que sonó en todo el barrio como un ¡PLAFF! fatídico.
Compañero Rocco, donde quiera que tú estés ahora, que llegue hasta ti nuestro agradecimiento por todos tus desvelos y nuestro más sentido pésame para que de una vez por todas descanses en paz.
Adiós compañero
Goodbye Rocco
De tus compañeros del Grupo de Creación ROCINANTE
Jorge Perugorría
Juan Carlos Tabío
¡Godbye Rocco! “La sacralización del objeto”
Durante los últimos 50 años, la familia cubana ha establecido una relación casi de humanización del objeto.
Artículos electrodomésticos y de todo tipo como refrigeradores, televisores, radios, carros, muebles, y otros, por su durabilidad y la imposibilidad de sustituirlos por otros de nueva generación han pasado a ser parte de la familia cubana que ha establecido lazos afectivos con estos objetos.
¡Goodbye Rocco! es una obra que pretende a través de la despedida de duelo de este refrigerador con todo el humor criollo y haciéndole un guiño al cine de Titón y Tabío, interactuar con el público y a modo de metáfora sacralizar el objeto.