Carnalidades
Volver
La pintura de Jorge Perugorría, más allá de su materialidad, reproduce su energía. Su crecimiento ha sido un ejercicio de liberación y afirmación. A ella fueron a parar inquietudes de naturaleza diversa englobando a un tiempo «espacios» íntimos y «sitios» públicos, como los que terminaron dibujando sus cavilaciones existenciales: el abordaje de problemáticas socio-históricas, signos diversos de su fe y una identidad revisada y (re)visitada con la soltura del gesto en las telas, el papel manufacturado o las prácticas instalativas.
Del trabajo y la espiritualidad de uno de esos habituales viajes de (re)conocimiento que realiza Perugorría, se derivó la serie Chivo que rompe tambó…. En 2005, luego de su estancia en Santiago de Cuba para dirigir el documental Santiago, la virgen y la fiesta del fuego, concreto su realización. En ella hizo confluir, de un lado, su admiración por la obra de Wifredo Lam como referente indiscutible de la representación de lo mítico y lo religioso, y de otro, sus propios desplazamientos por esos universos sincretizados de la religiosidad afrocubana, las expresiones múltiples de nuestra cultura popular, así como tradiciones y saberes; procesos vivos que a él le continúan revelando las particularidades del híbrido que somos.
La secuencia que en ella él estructura, alcanzó a convertirse en una metáfora que trasciende su origen, ligado al sacrificio ceremonial de animales, al ser su real epicentro esa violencia que, a modo de huella del tránsito humano, está potenciada en lo cotidiano. Esa impregnación acompaña las pinturas cual fijeza de una contemporaneidad global y, sobre todo, del peso de circunstancias locales que nos fueron definiendo como isleños. Perugorría conforma así un retrato, con la semilla en la mira y siguiendo un ejercicio de peregrinaje. Ir, volver.
Caridad Blanco de la Cruz
julio, 2010